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En esta novela, Silvia Larrañaga nos muestra que una sucesión de acontecimientos puede cumplir a cabalidad con la Ley de Finagle, según la cual “Si algo puede andar mal, andarán mal”; que las coincidencias pueden adquirir un cariz de sentido si se las pone en el orden adecuado; que lo posible, en fin, se vuelve probable.
En la historia de Lucía Tixieris —la protagonista— asistimos al conflicto que representa sumirse en un viaje interior en la búsqueda de sentido del mundo, pues, como ella misma nos dice “El desorden lleva al orden a través de la acción, pero una vez que hemos obtenido el orden ya no hay nada más que hacer y entonces es cuando asoma, o puede asomar, la depresión.”
Acerca del autora:
Silvia Larrañaga nació en Montevideo, Uruguay y radica en París desde 1976.
Ha publicado las novelas: La fusión de las siluetas (1988), Intramuros (1997), Gran Café (2001), que obtuvo el primer Premio de narrativa inédita de la Intendencia Municipal de Montevideo en 2000 y posteriormente fue traducida al francés con el título Gran Café (2003) y El meollo (2008), ganadora en 2006 de la Medalla de Plata del Premio de Narrativa Narradores de la Banda Oriental, Uruguay. En España ganó el Premio Barcarola con el cuento “Bifurcación” en 1986 y el Premio Ana María Matute con el relato “Comunicando” en 2004. Ambos figuran en su libro de cuentos Manías Migratorias (2006). Este último ganó, en diciembre de 2008, el primer Premio de Narrativa Edita del Concurso literario que organiza anualmente el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay.
- Un libro IMPRESO
- Formato 12.7 x 20.3 cm
- 270 páginas impresas en blanco y negro
- Fina encuadernación en tapa suave
- Primera edición, año 2010
- ISBN: 978-607-7616-74-0, 9786077616740
- Autora: Silvia Larrañaga
- © Editorial Terracota
Un hombre apuesto, alto, de pelo castaño, con pinta de sudamericano, de unos treinta años, entra en el café situado en pleno centro de París y se pasea entre las mesas en busca de alguien. Su mirada nublada se detiene en un cliente de cráneo pelado, sentado solo, leyendo el diario. Al llegar a su lado, su espalda se curva en la pregunta: “Disculpe, ¿usted es Diego?” El tono característico con que el cliente niega viene a confirmar una vieja fama de los habitantes de la ciudad. El hombre murmura un “perdone” rutinario y emprende un nuevo recorrido por el local, inspeccionando a derecha y a izquierda, con andar desganado. Continúa leyendo...